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“Sólo los privilegiados nacen dos veces”

Un relato conmovedor de Paloma Hurtado

 

  

 

EL ARMA Y UN ÚNICO RESPONSABLE

 

La comisaría de Extranjería tiene en la puerta exterior un policía nacional de turno cada ocho horas. Ese policía está armado con una escopeta Franchi (de esas que en las películas disparan y hacen un gran agujero en la puerta). Su cartucho tiene catorce postas(bolitas de plomo) que al impactar se aplanan. 

 

El arma pesa, y no tiene para colgar en el hombro, o sea hay que sujetarla ocho horas a pulso. Esa escopeta debería estar, en condiciones normales, con seguro puesto y sin cartucho en la recámara.

 

A las ocho de la noche de ese día la calle estaba cortada al tránsito;  desde las siete, la misma Policía pone una valla; ningún coche podía pasar. A esa hora no hay ni un alma en esa calle a excepción de los que salen a tomar el aire en el descanso del Teatro por la puerta de artistas y van a la tabernita de al lado a tomarse un chupito. El policía nacional está justo frente enfrente de la puerta de artistas del Teatro de la Zarzuela. Distraído, lógicamente, con la gente que entra y sale (lo digo porque durante años vi la misma escena).

 

Parece ser que al policía se le escurrió el arma de las manos, la fue a agarrar y la cogió por el gatillo; al agarrarla lo apretó... y había un cartucho en la recámara y no estaba puesto el seguro... Se disparó...

 

En ese momento, yo, de casualidad , di la vuelta a mi cara hacia el lado del corazón que es donde llevaba en brazos a mi perrito para ponerle bien su abrigo. Una posta se incrustó en el lado derecho de mi cara; cuatro postas en mi perrito, y las demás se alojaron en el portal de mis padres y en algunos coches aparcados. Si llego a tener la cara de frente me vuela la cabeza entera... Si llego a tener un niño en mis brazos, hubiera muerto... Si no llega a estar mi perrito tan cerca de mi pecho, las cuatro postas se hubieran incrustado en mi corazón... Él fue mi escudo; su pequeño cuerpo recibió los cuatro impactos...

 

Comprendo que el que murió fue un perrito... pero era mi perrito.

 

Y ese dolor y ese chillido vivirá conmigo siempre. Sólo yo lo entenderé. No me importa. Las tres cuartas partes de mi corazón están rotas por la muerte de mi hermana Alicia y ese pedacito de corazón que queda, está roto por mi perrito. Sé que aún, ese corazón se romperá en más trozos, pero uno muy pequeño siempre estará destinado a mi perrito. Lloro mientras escribo estos recuerdos y no me da vergüenza decirlo.

 

Y sé que fue la irresponsabilidad de un policía nacional (especifico, sólo uno). Tenía la obligación de comprobar su arma antes de entrar de servicio.

  

  

 

    

LA HERIDA Y LA OPERACIÓN

 

La posta entró por el lado derecho de la cara,  dos centímetros debajo del ojo, siguió entrando y se alojó en la base de la nariz sin salida al exterior. Estas postas cuando salen lo hacen, no como las balas normales, sino destruyendo y desgarrando el orificio de salida, ya que nada más impactar se aplanan. Eso fue lo que mató a mi perrito; al salir las postas le destrozaron. Como hacía frío le acababa de comprar un abriguito, por eso Eugenio no notó su muerte.

 

Si llega a salir la posta que me dio a mí en la cara, me hubiera destrozado toda la nariz y parte de la boca. Se aplanó dentro de mi cara y en su recorrido hasta la base de la nariz quemó todo lo que encontró a su paso: nervios, etc. Y pequeños fragmentos se alojaron por toda la encía.

 

Benito me explicó que la radiografía mostraba que la posta estaba alojada en la base de la nariz, y para sacarla y no rajarme toda la cara, metería su dedo por el surco de la posta hasta sacarla. Fue una operación excelente.

 

Es curioso, desde que Benito me vio en la sala de operaciones hasta dos años más tarde la frase “Que suerte has tenido” la oí constantemente:

 

“Que suerte has tenido... dos centímetros más arriba y te deja sin ojo”.

 

“Que suerte has tenido... si llega a salir la posta te quedas sin labio y sin nariz”.

 

“Que suerte has tenido... tu perrito te salvó la vida”.

 

“Que suerte has tenido... el cartucho estaba en malas condiciones y se esparcieron las postas; si llega a estar bien, las catorce postas juntas te hubieran volado la cabeza”.

 

“Que suerte has tenido... estás viva”.

 

“Que suerte has tenido... tienes buen carácter y lo superarás pronto”.

 

“Que suerte has tenido... no te quejes que mi hijo murió de infarto(una fan).

 

Llegué a creerme mi buena suerte... Estaba débil de mente; en los primeros meses no podía asimilar lo sucedido. El tiempo y las secuelas me hicieron pensar: vaya mierda de suerte... La suerte hubiera sido que no hubiera sucedido.

  

  

 

    

HABITACIÓN DEL SANATORIO DE “LA PALOMA”

 

Desperté con todo en penumbra. Era la una de la madrugada; mi padre sentado a mi lado izquierdo agarrado de mi mano; distinguí a mi hijo, su esposa, mi madre y mi ex. Todos se acercaron a darme un beso. Mi madre, muy nerviosa; la tranquilicé diciéndole que me encontraba bien. Le oí decir a mi madre, dirigiéndose a mi ex:

 

Hijo, si la hubieras dejado ir con las gemelitas, nada de esto hubiera pasado.

 

Le dijo las mismas palabras que yo le había dicho en la sala de urgencia. Mi ex reaccionó violentamente, y desde mi somnolencia tuve que calmar los ánimos, pensando que mi madre tenia razón. Pero el destino no sabe de razones...

 

Muy bajito, le pregunté a mi padre:

 

— Papi, ¿cómo está mi perrito?

 

Bien, hija, está muy bien...

 

Como los veía a todos allí a mi lado insistí:

 

— Papi, ¿con quién está mi perrito?

 

Mi hijo se acercó en ese momento y me contestó:

 

— Mami, tú no te preocupes. Ahora sólo piensa en ti.

 

Insistí:

 

... pero, ¿dónde está mi perrito?

 

Hijame susurró mi padreesta noche lo está cuidando el veterinario.

 

Sabía que Miguel, el veterinario, quería mucho a Chico; era una fiesta cada vez que lo llevaba: lo acariciaba; Chico le lamía; se dejaba hacer todo lo que el veterinario debía hacerle; y respondía siempre con un lametón en la cara de Miguel. Llegó a decirme un día: “Paloma, si alguna vez tengo un perrito, te lo dejare a ti para que lo eduques como a Chico”.

 

Pensando eso, y no pasándoseme por la mente en ningún momento que algo malo le hubiera sucedido, intenté dormir más tranquila.

 

Desperté un segundo al verme agarrada de una mano muy fuerte; era Benito y su sobrino; venían a ver cómo estaba antes de irse. Le dije:

 

Estoy estupendamente; nada me duele.

 

Me dieron los dos un beso y volví a dormirme agarrada de la mano de mi padre, mirando a mi madre llorosa y a mi hijo acariciándome las piernas por encima de la colcha.

  

  

 

    

LA MAÑANA DEL DÍA SIGUIENTE

 

Desperté al entrar una enfermera a tomarme la temperatura. Serían las siete de la mañana. Mi ex y mi hijo al pie de la cama; no se habían movido. Mi primera pregunta fue “¿mi perrito cómo está?” La misma contestación de mi hijo y añadióel doctor dice que vas a quedar muy bien”.

 

No tenía fuerzas para preguntar más...

  

  

 

    

LO QUE OCURRÍA FUERA DURANTE LA NOCHE Y LA MADRUGADA

 

Teresa en Cáceres; tenían rodaje de noche. Duraría hasta las seis de la mañana; eran tomas nocturnas. Una llamada a las cinco de la mañana al rodaje lo suspendió. El director les puso un coche a Teresa y Fernanda para que regresaran urgentemente a Madrid.

 

Mi ex pasó toda la noche hablando con la prensa; se amontonaba a las afueras del sanatorio. Una foto, una declaración... Eso pedían.

  

A las siete y media de la mañana entraban las gemelas en la habitación. Llorosas y demacradas... Nos abrazamos.

 

Y el mismo reproche a mi ex: “Si hubiera venido con nosotras....

 

A las nueve volví a preguntar: “¿Y mi perrito? ¿Quién se ocupa de él?”.

 

Mi ex me dijo:

 

— Está ya en casa. Cati, nuestra empleada de hogar, lo está cuidando.

 

— Y por la noche ¿quién se quedará con él?insistí.

 

Mi hijo me comentó:

 

— Mi esposa se quedará con él... Y no te preocupes del perrito, sólo ocúpate de ti.

 

Pensé: “¡Qué raro! A mi nuera nunca le gustaron los perritos, pero Chico es muy bueno y se adaptará a ella. No le molestará...”.

 

Marca el teléfono de casa; quiero hablar con Cati.

 

Cati cogió el teléfono. Yo casi no podía hablar, estaba muy hinchada; el labio muy muy hinchado; y como pude le pregunté:

 

— ¿Cómo está Chico?

 

Cati me dijo:

 

— Muy bien, señora. Ya comió y está por aquí jugando.

 

Más tranquila colgué el teléfono. En ese momento llegaban desde Palma de Mallorca, donde vivían, mi hermana Alicia, mi otro hijo y su esposa.

 

Fuera, esa mañana, las gemelas, una amiga de ellas, Ana, y Jaime Azpilicueta intentaban a través de la radio y de todas las pajarerías de Madrid encontrar un perrito parecido a Chico para que yo no me diera cuenta de su muerte. La intención era buena, pero...

 

A las once de la mañana estábamos ya toda la familia reunida. Hacían turnos de entrar y salir de la habitación. Entró el anestesista. Me saludó muy cariñoso, preguntó cómo me encontraba y... la pregunta que jamás quise que me hicieran: “Paloma, ¿cómo se llamaba tu perrito?”. Reaccioné inmediatamente: “¿Cómo que cómo se llamaba?”.

 

Asocié inmediatamente la contestación de mi hijo... ¿mi nuera cuidándole?... el grito de Chico que tenía clavado en mi cerebro.... No podía ser...

 

Horrorizada insistí: “Mi perro, ¿algo le pasó a mi perro?”. Mi ex se acercó precipitadamente a mi cama.

 

Sí, Palomita, Chico dio la vida por ti... Has tenido mucha suerte”.

 

La vida, luego con la muerte de mi hermana Alicia, me dio un golpe muy superior. Pero en ese preciso instante, fue el dolor más grande. Mi familia entera lloraba a mi lado. Todos me habían ocultado su muerte. En ese momento llamaron a la puerta de mi habitación. Vi salir a mi ex. Al cabo de un rato volvió a entrar muy contento.

 

Palomita, fuera está ... (no quiero decir su nombre... Me juré a mi misma nunca más pronunciarlo; era una famosa presentadora de televisión con un programa de éxito en antena...) Fulanita te trae un perrito recién nacido. En una cestita. Pidió permiso y la dejaron entrarlo. Te lo trae de regalo”.

 

Tráemelole supliqué a mi ex y dale las gracias de mi parte.

 

Salió de la habitación, tardaba en entrar, comprendí que esa tardanza era para pedir permiso para introducir a un perrito en una habitación de un sanatorio. Esperé... Paré de llorar... Esperé, y volvió a entrar mi ex.

 

Palomita, dice Fulanita que te da el perro a cambio de que una de sus cámaras entre con ella y le des una entrevista en exclusiva.

 

Amigos, se me cayó el mundo. Sólo acerté a decir “Mándala a la mierda de mi parte y dale las gracias por la molestia”.

 

Vi salir a mis hijos y a mi padre disparados de la habitación. Creo  que las palabras de mis hijos y mi padre a la tal presentadora fueron tales, que tuvo que salir escoltada por el servicio de seguridad del sanatorio.

 

Con el alma rota de dolor, mi madre consolándome, mis hermanas apretujadas conmigo intentando calmarme... Sonó el teléfono.

 

Lo cogió una de mis hermanas; estaba llorando de rabia por lo sucedido y me dijo: “es para ti, Palomita; una señora de Barcelona”.

 

La señora, muy cariñosamente, me explicó que se acababa de enterar por todos los medios de comunicación de lo sucedido; que dos días antes había tenido una camada de perritos iguales al mío, y que estaba encantada de regalarme uno.

 

Le pregunté cuándo podía ir y me dijo:

 

— Cuando quieras, Paloma.

 

— ¿Puedo ir mañana temprano?

 

— Sí, claro, pero ¿vas a venir tú?

 

, señora, yo misma. Iré muy temprano; aquí en el sanatorio me dan de desayunar un bollo y café. ¿Podría usted prepararme lo mismo?

 

Claro, Paloma, éstas son mis señas... Y mañana te espero.

 

Gemelas, hijos, id a buscarme dos billetes de avión a Barcelona; el primero que salga mañana. Me voy a buscar a mi perrito.

 

Toda esa mañana recibí llamadas de toda España. Compañeros y compañeras de profesión, amigos, fans... 

 

 

 

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